No adelanto el viaje
viernes, 25 de septiembre de 2009
Me relajo para dos semanitas más entre tanto cariño y paz. ¿La neta? No quiero ir a ningún lado. No quiero volver a no sé donde. Ahora y aquí estoy bien. De vacaciones siempre debería vivir. Tengo dos semanas para prepararme para ese día. Pensaré en todo momento en lo que decía mi papá, que hasta a un funeral hay que ir con dignidad. Así iré, digna, amable y bonita. Ni él ni la juez serán lo importante del día, sino yo y lo que siga cuando el papel finalmente exista.
Del alma estoy más tranquila, los sentimientos se tornan menos intensos. El corazón parece que se va quedando solo y los que se van yendo se van llevando la basura. Un día de estos me gustaría poder decir que está completamente cerrado por reparación. Ya lo abriría cuando haya remachado paredes y aspirado polvos de incinerados del pasado. La reinauguración estaría chidísima, con bombos y platillos, música y serpentinas.
Si, hoy estoy esperanzada. Estoy abriendo las ventanas de la casa para que se salga el humo del incendio, haciendo contéo de los daños y saltando los ojos para poder ver en la oscuridad. Nada es más esperanzador que imaginar a Barbara lejos de las cenizas y el dolor.