Mi ex es un pendejo

jueves, 13 de agosto de 2009

Eso me pasa por no pensar 78 horas algo, antes de hacerlo. Lo cité y le cancelé, horas después me llamó por teléfono, me preguntó ¿que qué me pasaba?

Traté de dejar la plática para después "es que estoy en mis días, estoy sensible, así no está bien que hablemos", aún así insistió y yo que soy lengua suelta hablé.

Lo más suave que pude le dije que seguía sin poder cerrar el ciclo entre nosotros, que al parecer, aún tenía expectativas sobre él. Que aún me duele que ahora, como antes, actúe como si nuestro matrimonio no importara. Mencioné su mensaje donde decía tener esperanza y que me decía "te quiero" y el cómo dos semanas después aparece sin rastro de haber dicho eso ¡vamos! faltó poco para que olvidara que me lo envió.

Luego, escuché algunas frases:

- Mira, yo creo que lo mejor es que dejemos así las cosas.
- He pensado más fríamente y vi cómo, por una u otra cosa nunca estuvimos bien.
- El haberte mandado el texto fue un arranque que tuve en el momento. No debí de haberlo mandado. Perdoname si te ha hecho pensar cosas distintas.
- ¿Lloras? No llores, vamos a estar bien.

Cuando le dije que así como antes, cuando había intentado de mil maneras que me escuchara, que pusiera empeño en nuestra relación, que dejara el IPOD en paz (tipo Peter), que pasaramos tiempo juntos... que así como entonces el no hizo nada, ahora tampoco lo hacía, respondió: Pues si.

Le pedí disculpas y le dije que tenía que irme, como si se estuviera haciendo tarde para salir a algún lado. Cuelgo. Grito y lloro. No sé que me duele más. La injusta manera en que resume nuestra relación, que el único "te quiero" que dijo intentando la reconciliación haya sido una metida de pata y no algo sentido, o su desparpajo diciendo que si, no había hecho nada.

A eso le aumento el orgullo machacado, mira que resultó que mi llamada le sonó más a un ruego que a un intento de hablar más ampliamente de sentimientos. Otra vez doy por perdido el mensaje, el destinatario se niega a abrirlo.

Finalmente, al hombre al que no le podía llegar, alertándolo de que necesitabamos hacer algo para salvar nuestro matrimonio, al que aún viéndolo perdido no hace nada, a ese no lo quiero tener conmigo. Justo es esa falta de amor, de pasión, fue lo que me lastimaba. Lo que va contra todos los pronósticos, es que creíamos que el me amaba, ahora veo que no.

Si no lo digo aquí, se lo digo a él y hecho a perder lo de divorcio civilizado: es un pendejo. Una tía diría que él es el que sale perdiendo, mi amiga dirá que yo necesito alguien diferente y mi hermana me aconsejará que lo deje ir de una vez por todas. Escucharé todo y tomaré lo mejor para hacer. Mientras tanto, lloro la principal herida que había en mi matrimonio: el no sentirme amada.

Decenas de noches, en esta misma cama, lloré ese desamor. Su despreocupación me dolía intensamente. Vuelvo a llorar por ello, sabiendo que no andaba tan perdida y que siendo así, lo mejor que puedo hacer es tirar toda lágrima que quede, peinarme y seguir dignamente por mi vida.

1 comentarios:

Candela 2:47 p. m., agosto 18, 2009  

Pues te encontre. Ya teneis otro seguidor.

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